19 de marzo de 2010

En primera persona (experiencias y anécdotas)

Trece años trabajando en la fábrica y en diferentes obras me han aportado muchas historias que contar, relacionadas con la explotación laboral y el tema de la prevención. Mi accidente no ha sido la única experiencia impactante. Dicha experiencia fue precedida por numerosas anécdotas que pronosticaban un accidente de estas características (o más grave).
El primer texto de esta sección es una crítica a los comportamientos hipócritas de empresarios y encargados. No mencionaré el nombre de esta empresa ni de los personajes. El resto de datos no han sido manipulados ni exagerados.

1. Primeros cortes

Comencé a trabajar a los 18 años, en 1996. En aquella época no tenía muchas ganas de estudiar y, como quería saber qué se sentía al recibir un sueldo, empecé a vender mi fuerza de trabajo (a un precio muy reducido) a un empresario “campechano” y explotador, en una fábrica donde el material más importante era la chapa galvanizada. Como todas y todos sabemos, la chapa corta, sobretodo, si la tienes que manipular y transportar con las manos. Por lo cual es conveniente usar equipos de protección individual, como guantes, botas… El problema es que estos artilugios de protección no estaban en el vocabulario de mi jefe ni, por tanto, en la fábrica.

Una tarde, cansado de hacerme tajos con la maldita chapa, decidí pedir unos guantes. La respuesta fue la siguiente: “a ver si vas a ser maricón…el que va con mujeres acaba mojando i el que trabaja con chapa se acaba cortando”. Así de claro me lo dejó el encargado, una de las personas más fachas y retrógradas que jamás he visto. Yo, tan inocente y principiante, lo dejé estar y con el tiempo me acostumbré a la sangre, el betadine y los puntos de sutura. Si algún día llegaba a casa sin ninguna herida, quería decir que no había pegado palo. Y así durante unos diez años, pecando de la ingenuidad e inmadurez típica de un joven que sólo pensaba en cobrar y salir de fiesta.

Al cabo de diez años, alguien en la empresa descubrió que si usas guantes evitas cortarte con la chapa (¡vaya! todo un descubrimiento para mentes de la Edad de Piedra) y, ondeando la bandera de la prevención, el empresario y el encargado comenzaron a preocuparse por nuestra seguridad. Eso, al menos, era lo que nos querían hacer creer, ya que, en realidad, su única preocupación era evitar inspecciones y problemas. Ya ven, hipocresía y falta de sentido común: si llevas los guantes puestos puedes evitar los cortes, pero si esta es la única medida de prevención, no se evitarán los accidentes laborales. Se necesita más implicación.

Al año siguiente, si no recuerdo mal, el 2007, asistimos a nuestra primera charla sobre prevención de riesgos profesionales. Los trabajadores prestamos mucha atención. Ahora bien, la actitud del empresario era bien distinta. Se pasó toda la hora que duró la charla informativa interrumpiendo y bebiendo cerveza. Y es que el hombre todavía piensa que los que deben implicarse en materia de prevención son, solamente, los trabajadores y, claro, con una mentalidad así vamos bien.

La primera parte de En primera persona (experiencias y anécdotas) acaba aquí. Seguiré escribiendo con la pluma de la crítica y la experiencia. Os aseguro que tengo mucho que contar.

Salud

1 comentario:

  1. muy ilustrivo.. quisiera obtener todas esas anécdotas para socializar a nuestro personal.. mi correo.. Suarez.187@hotmail.com

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