1 de marzo de 2010

Historia de rabia

1 de marzo de 2010

Día gris, monótono y aburrido en la obra. El sentimiento de insatisfacción y rabia se olía, se respiraba y te ahogaba al llegar a los pulmones, pero ¿rabia? ¿Por qué? Por lo de siempre. Rabia por las horas impagadas, por las constantes amenazas, por las prisas asesinas y la dejadez de los de arriba. Rabia por el peligro, por la falta de medidas de seguridad, por las condiciones en la que se encontraba la obra: agujeros sin señalizar; escaleras sin barandilla, sin escalones y sin iluminar; el suelo lleno de piedras, hierros oxidados; aseos insalubres… Sin embargo, todo esto estaba dentro de la “normalidad” y todo iba como siempre. Los albañiles en el andamio; los fontaneros con los tubos, los electricistas pasando cables… y el encargado controlando que nadie agachara la cabeza.

Nosotros estábamos montando una enorme chimenea de chapa que íbamos uniendo, conducto a conducto, entre planta y planta. Dado la peligrosidad de nuestra tarea, esta vez no nos tocó a nosotros. Las víctimas, en este caso, fueron los albañiles o mejor dicho, un albañil. El joven, de unos 25 años y de nacionalidad dominicana, sufrió un accidente laboral que casi le cuesta la vida. Los lamentables hechos ocurrieron así:

Los albañiles tenían la asignada la labor de enlucir las paredes de ladrillos que rodeaba el hueco del ascensor. Para ello debían fabricar un falso suelo, ya que a dichas paredes no se podía acceder. Había un hueco de unos 15 metros de profundidad (3ª planta) y de unos 3 metros de ancho. Entonces, el encargado de la obra, un tipo bajito y arrogante, ordenó a los obreros que pusieran unas tablas de madera que, según él, eran muy resistentes, para colocar el andamio encima y, así, realizar el trabajo. Los albañiles no estaban de acuerdo con respecto a la resistencia de las tablas, pero él insistió: -“Vamos que tenemos prisa”. Otra vez las prisas, otra vez las medidas de seguridad improvisadas y otra vez el mismo tipo de víctima. El encargado, claro está, no comprobó la firmeza de los tablones, puesto que ya hay otros para hacerlo. Por lo tanto, manos a la obra. El andamio de una planta se montó sobre las tablas y los operarios comenzaron a enlucir los muros. Las horas pasaban y todo parecía ir bien. Sin embargo, algo “inesperado” estaba por llegar. Cuando uno de los obreros, el joven dominicano, bajó del andamio, se oyó un ¡crack!, una de las maderas “resistentes” que sostenían el andamio y los trabajadores se partió y nuestro compañero cayó inevitablemente al vacío. Todos bajaron para comprobar su estado. El sentimiento de rabia e impotencia era unánime. Se lamentaban una y otra vez, clavando la mirada de odio al encargado. Se vivieron momentos de tensión. Por suerte, el accidentado seguía con vida. Tenía la mandíbula partida y fracturas por todo el cuerpo. La ambulancia se lo llevó al hospital. Los compañeros se encargaron de llamar a su familia para darles la noticia.

Ese día, los compañeros no trabajaron. Durante esa semana se convocaron paros para protestar. La inspección llegó al día siguiente, pero la obra parecía otra. Todo estaba perfecto. Las medidas de prevención se cumplían. No había peligro por ningún lado. En la escalera, ya iluminada y con escalones, había un operario colocando una buena barandilla – no vaya a ser que alguien se caiga. El suelo de la obra estaba siendo limpiado de obstáculos peligrosos y los aseos estaban limpísimos. La que estaba sucia era la mente del encargado, quien estaba pensando cómo quitarse la culpa de encima. Lo que sucedió después, no lo sé. Nosotros acabamos la obra y nos fuimos a otra. Otra obra distinta, pero igual. Las mismas medidas de seguridad inexistentes, el mismo tufo a explotación y los mismos actores en el mismo decorado. Sólo cambiaba yo. Ese día sentía más rabia y mi conciencia obrera, forjada con la experiencia, se sentía más madura y fuerte.

1 comentario:

  1. Me parece muy respetable tu punto de vista.He de decir que mi esperiencia es totalmente distinta a la tuya.Mi trabajo diario es exclusivamente la colocación de medidas colectivas en obra, aunque hace unos años fuí coordinador de seguridad.En resumen, generalmente el empresario no recae sobre cuestiones de seguridad ni en muchas mas.Sino que delega esos menesteres a otros responsables.Tan solo piensa que si el empresario se dedicase exclusivamente a velar por la seguridad de sus empleados constantemente no tendria tiempo de poder desarrollar su empresa.Para eso paga a su recurso preventivo en obra, etc...Mi opinión es que si tiene un encargado en obra que a su vez es nombrado recurso preventivo( y no por ahorrarse un puesto, mas bien por falta de información)tu me diras...Para mí, la responsabilidad de velar por la seguridad de los operarios deberia recaer sobre coordinadores, recursos preventivos, etc..que por creerse ganar medallas permitiendo atrocidades, no se dán cuenta que perjudican al empresario y al trabajador.
    Recordando mis años como coordinador, los operarios eran los que NO QUERIAN TOMAR MEDIDAS, alegando negativas sin ningún fundamento, ahora eso sí, botas de seguridad, guantes, trajes de agua... eso si que pedian a todas horas.Lo que no pedian eran cascos, arneses, chalecos...eso era de niñas...
    Llego a la conclusión de que la seguridad es cosa de TODOS.
    Hay empresas que gastan (invierten) grandes fortunas en cubrir riesgos, pero gracias a unos cuantos... y no empresarios por cierto.

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